Entre el low cost y la fiebre por viajar se ha instaurado una tendencia a buscarse la vida para conseguir el mejor precio en la estancia allá donde vayas, pero sin perder calidad. El término backpaker resulta un poco añejo, además de cargado de sudor y sandalias acompañadas de calcetines blancos. El viajero se transforma, pero sin derrochar en sus viajes.
El acto de viajar no implica necesariamente un derroche brutal de dinero. O eso es lo que nos están queriendo decir en los últimos años. La oferta de sitios cada vez es mayor y lo de viajar barato resulta que mola y ya no es algo que solo hagan los hippies. Salirse del encorsetado hotel resulta mucho más atractivo que un todo incluido. Y en el mundo de los albergues las opciones son infinitas. Tanto es así que la locura del diseño ha hecho mella también en estos espacios dedicados al descanso. El hostel, el albergue ya no es lo que era. Ahora se llevan los albergues de diseño, los hostal boutiques, con un punto personalizado, toques de elegancia mezclados con la economía del mundo Ikea y un rollo retro y moderno son la clave para triunfar en el mundo de la hostelería low cost.
Europa es la pionera en esto de los albergues de diseño cool. Se ha adaptado el concepto a la sofisticación de los jóvenes que quieren que su templo mientras están fuera de sus hogares sea algo más que una cama y un aseo. El viajero moderno ha cambiado la filosofía del hospedaje.
Desde un albergue situado en una antigua fábrica de galletas en Reikiavik, a una prisión en Estocolmo o un alojamiento temático dedicado al cine en Portugal o un palacio del siglo XIX en Madrid.
¿Qué hay más chic que dormir en un sitio con historia en una gran ciudad y por tan poco precio?